Dos no discuten si uno no quiere.
Somos humanos y, por ello, cada uno de nosotros somos únicos e irrepetibles. Cada persona tiene su propia forma de pensar y actuar. Así que no hay nada más natural y humano que las diferencias de opinión. De no ser así no tendría tanta gracia compartir el tiempo y el espacio con los demás, ¿no crees?
El problema es que para muchos, un desacuerdo es sinónimo de discusión. Una visión diferente puede aportar nuevas perspectivas y enriquecer nuestra forma de ver el mundo. Pero en otras ocasiones, una diferencia de opinión puede llegar a ser la causa de una grave y desagradable discusión.
Si a este hecho le sumas el estrés y la presión del trabajo, ya puedes hacerte una idea de las “explosiones de opinión” en el entorno laboral… Yo he “sufrido” alguna que otra (porque oiga, se sufren durante y después eh…) y estoy segura de que tú también habrás tenido más de una.
Como creo firmemente en el dicho “dos no discuten si uno no quiere”, aquí te doy unos consejos para conseguir evitar discusiones y reorientar una conversación conflictiva en una conversación más productiva.
1. La discusión se huele
En la mayoría de casos, una discusión se huele a distancia. Así que con un poquito de inteligencia emocional, puedes evitar una discusión desde el minuto 0. Recuerda que no todos los temas ni todas las personas son aptas para una conversación, no pretendas hablar de religión con un fanático o de preferencias sexuales con un conservador porque probablemente acabéis discutiendo.
2. Evita ponerte a la defensiva
El error number one y la causa más probable para terminar mal. En cuanto hay dos opiniones en la cancha, hay dos bandos, o ganas o pierdes. Desde ese punto de vista, pierdes el norte, todo vale con tal de ganar, de demostrar que tienes razón.
Hay que partir de la idea de que en una discusión NADIE GANA.
Párate un segundo, bloquea esa fuerza interior que te dice que argumentes y argumentes hasta la saciedad. Intenta empatizar con tu interlocutor, priorizar vuestro vínculo a esa discusión puntual y, ante todo, no cedas si te provoca. En un momento en el que ambos estáis ofuscados se pueden decir cosas muy desagradables acerca de la otra persona que podrían acabar hiriendo. No respondas a ellas. Mantén la calma, sé amable, respeta la opinión de tu compañero y comunica la tuya con humildad.
3. No contestes en caliente
Si alguien dice o hace algo que te sienta mal es muy difícil mantener la calma y ser educado si respondes en ese mismo momento. Probablemente estés enfadado y nublado por el malestar.
Aunque tengas que morderte la lengua, CÁLLATE. Ni mandes mails, ni whats apps, ni contestes en caliente a nadie.
Deja pasar un rato o unos días según la situación. Esto aclarará tus ideas y conseguirás transmitir tu malestar de una forma más productiva y positiva, logrando una mejor respuesta con tu interlocutor.
4. No te precipites
De igual forma, si ya te encuentras en plena conversación y ves que la cosa se tuerce, la mejor solución es tomar un poco de distancia para que ambas partes tengan la oportunidad de cuestionar sus propias posturas y reflexionar las ideas del otro.
Plantea un descanso en la conversación para retomarla más adelante. Estoy segura de que, cuando retoméis la conversación, la cosa habrá cambiado de tono y llegaréis a mejor puerto.
5. Invita a la calma
En una conversación acalorada, evita a toda costa ofender al otro con algún comentario, alzar la voz o gesticular agresivamente. Si quieres realmente evitar la discusión debes invitar a la calma con tus palabras y actitud corporal.
Las discusiones ocurren porque las dos partes acaban cediendo a sus impulsos, pero si una de ellas mantiene el control y termina la discusión a tiempo, invitando a continuar cuando ambos estén más tranquilos, la cosa no va a mayores.
No se trata de tener la razón sino más bien de no perder la razón
6. Prepárate si puedes
En los casos en los que la conversación sea premeditada y sepas que será algo polémica o conflictiva, intenta medir tus palabras de antemano, inicia el diálogo en el lugar más propicio y recuerda usar el tono y el lenguaje adecuado.
7. ¿Merece la pena?
Antes de “darlo todo” en una discusión, pregúntate esto: ¿realmente vale la pena? ¿Conseguiré cambiar algo con esto?
Al final, la mayoría de discusiones gordas son, en esencia, una diferencia de creencias o ideas.
Como comentábamos al principio del post, cada uno tiene sus ideas y su forma de pensar, si lo que intentas es cambiar las creencias de otra persona, desde ya te digo que vas mal. Los gritos y la molestia no te llevarán a solucionar vuestras diferencias. Lo mejor es aceptar a cada uno como es y, en caso de no llegar a un acuerdo, aceptar que tenéis opiniones diferentes al respecto y punto.
8. Pide perdón
Y si en cualquier caso la cosa se te va de las manos y la conversación se ha descontrolado, cuando recapacites y las aguas se calmen lo ideal es reconocer tus errores y pedir disculpas. Muy probablemente la otra persona también acepte su parte de culpa en el asunto y ambos aprendáis algo de ello.
Sé que a veces es muy complicado aplicar estos consejos, hay veces que se te nubla la vista y el nudo en la garganta no te deja ni pensar. Pero es precisamente en ese momento cuando tienes que conseguir parar, respirar hondo y recapacitar.
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